martes, 23 de diciembre de 2014

"Blue Dress", de "The Illusionist" / "Lullaby", de "La chica de París"

La ilusión del viejo mago es la que convierte a "la niña del vestido
blanco" en la bella dama que deja que se escape a su lejano
universo para vivir en su maravilloso castillo y protegida con
la luz de su propio destello.
"La vida es el más maravilloso cuento de hadas"
(Hans Christian Andersen)
   
"Sin soy honesta, debo decir que todavía leo cuentos de hadas y son los que más me gustan"
(Audrey Hepburn)
   
Dicen que "las princesas solo existen en los cuentos",
que sólo "la imaginación de quienes escriben puede crear los cuentos",
Y hay quien dice que "sólo los magos, con sus "trucos de magia", pueden hacer aparecer las princesas de cuentos".
Además, creo que "con el capricho de los colores con que se pueden envolver los recuerdos, se puede escribir el más hermoso de los cuentos".

(Rusty Andecor).
  
Bueno, y a cualquiera que leyera mi introducción, le diría aquello de John Lennon: "Dirás que soy soñador, pero no soy el único".

Pienso que todo vale para aportar la imaginación al crear un cuento.
Me he dado cuento que hay escenas en el cine, junto con el
mensaje de su música, capaces de inspirarme y recrear mi propia
representación. Siempre hay una dama vestida de "colores de
ensueños" y un mago que trata de fascinarla en el "baile de la
ilusión" para mantener la clave del cuento.
Lo cierto es que, para empezar, yo pienso que la imaginación es la dueña del argumento del cuento, como de la mayor parte de los relatos. Como pienso que "la fantasía es como un duende que dibuja a su capricho los trazos más asombrosos del cuento". A veces, quiere retratar, si no la propia vivencia, al menos el deseo de poder realizarla.
   
Y lo cierto es, también, que en mi colección "La música más hermosa del mundo" no hubo solo una recopilación de lo mejor de los fragmentos de la música del "séptimo arte", sino algo más. Pues se trataba de describir el mensaje, no solo del autor para enriquecer la trama de la película, sino para dar contenido a mi propio argumento, al guión que yo quería poner en cada álbum, al sentimiento y al color que yo deseaba darle a cada volumen. Siempre había un breve cuento en ese álbum y en cada tema. Y ahora que es Navidad, he querido "dibujar" sobre "los colores de mi destello", el que ilumina mi imaginación. Es un dibujo, porque mi intención ha sido difuminar trazos de fantasía, tal vez según me dictaban mis emociones y mi
La complicidad de los personajes de una escena va más allá de
lo convencional, la amistad o lo amoroso. A veces es la entrega
mutua de la ilusión, como a través de un truco de magia. A
veces, es la clave de la inspiración cuando me seduce ese
cuento que he de escribir.
estado de ánimo. Y en un lienzo con el fondo de esos "colores" porque eran los personajes de mi ensoñación los que los definían y sobre los que podía apoyar mi historia.
   
Y así llegué a mi último cuento. "El viejo mago y la niña del vestido blanco"; un relato semioculto entre los símbolos de las imágenes y las entrelíneas del texto, que es solo un tándem simbólico de complicidad humana entre los sentimientos nobles y sinceros de dos personajes ficticios, el mago que ofrece todos los recursos de su presumible encantamiento, su habilidad para intentar fascinar a quien todavía admira sus viejos trucos; y la niña, que con su ingenuidad contempla asombrada el espectáculo de ilusión.
   
Un relato que solo identifica a los dos personajes en los primeros y últimos temas del álbum, ya que casi la totalidad del resto de esos temas representan el vestigio del alma de ese mago en otro tiempo, o quizá en otro universo, y en los que se trataba de describir la impresión de unas "viejas fotografías" que un "viajero" del tiempo (posiblemente el que se convierte después en mago) contempla en su "visor de antigüedades", y que envuelve con una música que él misma ha elegido para cada momento. Son temas que escucharemos en otra entrega.

   
Es la dama de los sueños del cuento que, tras el encantamiento
que el mago hizo en ella, al transformarla de niña con su
vestido blanco, se convirtió en la dama del vestido azul.
Hay que recordar que la complicidad de los personajes no se define de una forma clara; no es una relación amorosa, ni exclusivamente de amistad, aunque tal vez es una "complicidad" que mezcla parte de esas dos relaciones, en un momento u otro. Y es posible que ese vínculo tenga algo más generoso que lo que parece aparentar, pues se trata de la entrega mutua de la ilusión de cada uno. Y esa es también la clave del cuento: un mago transforma a una niña vestida de blanco en una dama vestida de azul, que luego se desvanece, porque quizá el destino del mago era enviarla a ese lejano universo al que realmente pertenecía la dama.
   
Y como decía al principio, o al menos quise sugerir, es tan fascinante la fantasía cuando se escribe un cuento, que no hay mejor excitación ni mayor curiosidad en el lector, cuando éste conoce al autor, que conseguir la apariencia de la identidad de los personajes del cuento con los que pertenecen a la vida real y en la que forman parte del universo cercano. Por eso, a veces, he intentado poner "en primera persona" la señal y el color de mi identidad y algunas de las vivencia que puedan, también identificarme.
   
Por otra parte, no olvidemos que éste y los álbumes anteriores son una
Un viejo ilusionista intenta no defraudar a la niña del cuento
buscando en sus trucos de magia convertirla en una princesa.
amalgama pictórica de retazos de recuerdos o ensoñaciones, de pinceladas emotivas del alma del personaje que aparece en escena, y de matices de turbación, perplejidad o asombro, de goces, entusiasmo o desesperación. Pero, sobre todo, en este último "volumen", se produce una combinación extraña, caprichosa, exquisita, aunque "empalagosa", de ilusiones y desilusiones, fascinaciones y desencantos. Y todos sus temas envueltos con un sutil y breve cuento, el que "se cuenta" en los primeros y últimos temas: "El cuento del viejo mago y la niña vestida de blanco". Dos personajes que, de alguna forma, se ven influidos por la temática de todo el conjunto literario musical.
  
Así pues, la última parte del álbum, el "Volumen 12", comienza con el tema "Blue Dress", de Sylvain Chomet, de la BSO de "The Illusionist". La historia del viejo mago que trata de no defraudar a la niña del cuento, convencida de que sus trucos de magia son reales, sirve aquí para representar la ilusión de unos personajes que se mueven de forma parecida. Un viejo "aprendiz de poeta" ha perdido su magia para componer sus versos, su única habilidad para fascinar a su imaginaria dama de los sueños y mantenerla "encantada" en la representación de su cuento. Aún tiene un último "truco de magia", el que esconde dentro de su chistera: el mensaje de la música que le entrega y que se halla en la fantasía de su espectáculo y al que él llama "La música más hermosa del mundo". De momento, el viejo "encantador de su música" parece que algo va a conseguir de su dama: con su magia, convertir el vestido blanco de ella en un vestido azul ("Blue Dress").
"Señoras y señores...". Es el momento esperado en que la niña
del vestido blanco se convierta en la dama de nuestros sueños.

Y el espectáculo comienza. Es el segundo tema, "Enter Leclou", de Henry Mancini, de la BSO de "Víctor o Victoria". El "escenario" cobra vida y el ilusionista aparece en él:  "¡Damas y caballeros... es el momento de buscar en su imaginación el personaje de sus sueños! ¡Con ustedes... la niña del vestido blanco! Ahora, solo tienen que cerrar los ojos y concentrarse en el recuerdo de esa imagen que no pueden olvidar. Cuando los abran podrán ver su deseo hecho realidad, porque la escena se habrá transformado y comprobarán que su magia tiene todo el poder sobre sus sueños". El tema, en el film de Blake Edwards, abre un pintoresco y divertido musical, en el que el personaje, una mujer llamada Victoria, juega con el papel de un hombre (Victor). Por eso, he querido transmitir la ilusión de esta música para convertir también esa imagen que, espontáneamente... puede aparece en nuestra mente, pero en esa otra imagen, tal vez más lejana, casi desvanecida, y que buscamos en nuestra maravillosa fantasía. Las notas y el ritmo de una marcha que anuncia el comienzo del espectáculo, nos hace sentir espectadores del desfile de una "íntima película" que queremos contemplar y vivir, al menos, en nuestra imaginación.

El tema "Valzer del commiato"de Nino Rota, de la BSO "El gatopardo", es
El final de la escena; ella, en su nuevo
universo multicolor sobre fondo azul y
envuelta en su luna blanca

el que ameniza la escena de la transformación mágica de "la niña del vestido blanco". El título y el significado del tema musical en la película de Visconti es el "Vals de la despedida". Pues también, no sólo he querido visualizar ese maravilloso cuadro escénico en el que se produce la magia entre el mago y la niña, sino celebrar de forma grata y esperanzadora el final de esta representación imaginaria. Nada mejor que este guiño risueño de un vals tranquilo y envuelto en la ilusión de saber que los personajes que aparecían en nuestras "viejas fotografías", y que los más ensoñadores pudimos contemplar en nuestro visor mágico de antigüedades, se liberaron de su hechizo y pudieron hacer realidad sus sueños. Ella, en su nuevo universo multicolor sobre fondo azul, muy lejos de la soledad que tanto detestaba; él, en su dimensión mágica en donde conseguir el triunfo de su oficio de ilusionista y poder animar las escenas fotografiadas en su álbum de recuerdos.

El viejo mago esperaba paciente "el milagro" de su magia. Repetía
sus trucos, porque quería seguir asombrando a "la niña del vestido
blanco". Pero solo pudo sacar de su chistera su precioso vestido
azul; y, con él, la perdió cuando comprobó que la luz del destello
de su dama no regresó, nunca más. Esperó, entonces, a realizar
el último de sus trucos: desaparecer de aquel escenario para
viajar hasta el universo en donde pensaba se hallaría...
su amado "destello".

”Lullaby”, de Philippe Rombi, de la BSO de “La chica de Paris” es el último tema del volumen y del álbum. La orquesta Pink Martini cierra esta parte y de la totalidad de la obra con un tema de “La chica de París”. Se trata de una nana, porque… quizá esto no era más que un cuento; el cuento que el tío “cuentacuentos” le cuenta a la niña, su sobrina, para que se duerma, precisamente en la noche de Navidad. El cuento de un viejo y extraño mago, que en otros tiempos fue “aprendiz de poeta” e “imaginador de cuentos” que nunca llegó a escribir. Un viejo “aprendiz de mago” que después de repetir todos sus trucos para conseguir… quizá solo, algo tan sencillo como los colores de una rosa, o los del vestido de una niña que admiraba “su magia”, o la aparición de una luz en su escenario, presentándola como “un destello azul”, no fue capaz de realizarlos. Un “iluso mago” que, después de conseguir
Quizá, aquella niña del vestido blanco, antes de desvanecerse
hasta su lejano universo, tras su destello, esperó suspendida,
el milagro de dejar sus azueles y regresar a la dimensión del
mago si él no hubiera permitido que su magia se le escapara
de sus manos, dejando que se alejara en sus confines.
de “la niña del vestido blanco” toda su admiración por la ilusión de sus trucos (en el primer tema), la perdió cuando, en el último de ellos con éxito, convirtió el color de su vestido en azul. Un “ensoñador de ilusiones” con afición de viejo mago que buscó alcanzar, de su último truco, poder rescatar a “la dama del vestido azul” de su destello para convertirla de nuevo en la niña del vestido blanco, sin conseguirlo. Un cansado y ya decepcionado mago que, al final, solo intenta hacer un truco: buscar la magia de su chistera y desaparecer a través de ella, porque tenía la esperanza de escapar de su mundo para encontrar, en un lejano universo, la luz azul de su destello y fundirse después con ella. Lo cierto es que el mago se desvaneció de su escenario y solo quedó el cuento que apareció en sus viejas y rancias fotografías, las que solía mirar a 
El cuento ha concluido y ahora es el espíritu del
mago convertido en un duende, quizá navideño,
el que le cuenta su propio cuento a una niña
cubierta de rosas que se duerme poco a poco.
través de su visor de antigüedades, las que le enseñaba a su admiradora “niña del vestido blanco”. Solo quedó la fantasía de un tímido y conmovedor relato que nadie llegó a descubrir, pero que sugirió el deseo del “encantamiento” que intentó el mago en sus últimos trucos. El cuento ha concluido y ese duende, latente y encantadoramente subrepticio en todos los relatos del libreto musical, con su aparente identidad, pero discretamente disfrazado, le cuenta este relato “a su modo”, con palabras sencillas, como si se tratara de un cuento de hadas, a la niña que también vestía de blanco. Y lo hace en voz baja, siempre con una entrañable sonrisa, intentando que se durmiera y tuviera esos dulces sueños que todos deseamos para los niños, y con más razón hoy, en la noche de Navidad. Quizá es el “tito cuentacuentos” que, acariciando el pelo sedoso de la niña, mientras describe los asombrosos trucos del mago y le canta después una nana, trata no solo de hacer que ella se duerma, sino de convencerse de que él también tiene las mismas ilusiones que la niña. O, quizá, es el espíritu del viejo mago convertido ya en ese duende, por un milagro de su propia magia, que está buscando la ilusión en los sueños que le sugieren las palabras de su propio cuento. La niña se ha dormido; la dama encantada, allá en su lejano universo, parece que también. El viejo mago, que volvió convertido en duende, solo para contar el cuento a la niña, se desvaneció cuando ésta se durmió. Y el cuento ha terminado.

"Rusty Andecor"

lunes, 15 de diciembre de 2014

"The millonaire", de "Luces de la ciudad" / "Nothing to lose", de "El guateque"

Esta pareja de niños, que miran al futuro a donde van, parecen
seguros y sonríen (aunque ella está más seria y atenta, porque
quizá es más "consciente" que él). Llevan su equipaje, porque
tienen muchos proyectos para ese futuro, mucho tiempo por
delante y quieren estar convencidos de que tendrán muchas
oportunidades. Y... han de sonreír, porque saben que el
mundo, para ellos, acaba de empezar, y creen, como niños
que son, que la vida será justa y generosa para su destino.
"Sonríe,
aunque sólo sea una sonrisa triste,
porque más triste que la sonrisa triste
es la tristeza de no saber sonreír"
(Charlie Chaplin)

Sonríe
y sabré que el mundo no se acaba,
porque el corazón del mundo disfruta con tu sonrisa.
Sonríe
y sabré que el mundo es más justo, generoso y honesto,
porque tu sonrisa lo enternece y lo hace más comprensivo.
Sonríe
y sabré que el mundo guarda tu sonrisa, en una caja de música
y lo convierte en un poema musical.
Sonríe
y sabré que ese poema es "la música más hermosa del mundo".
(Rusty Andecor)


Como la forma natural y transparente con que un niño expresa
sus sentimientos y emociones, a través de su amplia y abierta
sonrisa, cuando se siente contento y feliz. Y como lo hce la
madre cuando se complace viendo la maravillosa escena.
Fue la sonrisa, y su destello, la que puso su mensaje, su color y su música en el "volumen 11" de "La música más hermosa del mundo", y es en esta segunda parte del álbum dedicado a ella, en donde he querido referirme a ese "millonario de ilusiones" que a través de sus acrobacias "ensoñadoras" va construyendo su mágico mundo, porque nadie como él, con su sonrisa y su bastón, que por algo es Charlot, cambia el mundo y lo convierte en un cuento. Porque, es posible que haya una gran diferencia en la demostración de expresar el mensaje con el que, cada uno de nosotros, queremos transmitir nuestros sentimientos y emociones. Él, el mago de la sonrisa y de la risa, se vale de la expresividad de su gesto y de su elocuencia facial; por mi parte, yo lo hago con la música que le pongo a mi relato, aunque ayude algo la "literatura" que coloco al pie de los temas y de las imágenes.
Quizá, Charlot se apoderó también, como
personaje, del propio Charlie Chaplin, que
se dejó seducir por su musa y necesitó buscar
su preocupación en intentar protegerla.

Pero, lo que es cierto es que, aunque hay un abismo en el arte de crear y manifestar la obra de cada uno, los dos nos identificamos con la brevedad de nuestros "cortos"; él, Charlot, en el celuloide, yo, Rusty, en la imaginación que dejo en los temas musicales que me prestan los compositores y maestros de la gran música del cine. Y como no he querido desperdiciar la sugerencia de esos pasajes musicales del tema "The millonaire", en que la cuerda describe los gestos y avatares del pobre vagabundo  de la película "City Lighs", mientras trata de conseguir dinero y ayuda para la chica ciega de la que se ha enamorado, también yo le pongo ese mismo mensaje a todo el relato que se percibe en mi álbum, porque "el soñador" que aparece en la obra, fascinado por su musa y preocupado por su destino, no hace más que intentar protegerla.

Y fue una película, luminosa, llena de chispa y de risas, de sentido del humor y con ese rayo optimista y de esperanza, que aparece al final, la que me dio el último mensaje: "The Party". Y fue un tema musical, "Nothing to lose", de Henry Mancini, el que puso la nota y el color que necesita para concluir esta parte del álbum.

Escena de "The Party". El personaje Michelle, que interpreta Claudine
Longet, canta "Nada que perder si somos sabios / No esperamos que
los colores del arco iris nos lleven al cielo / Puede que sea divertido
arriesgar esos momentos cálidos y fugaces / Pero será un error
dormirnos en los sueños sin esperar nada más / Así que... ¡qué
podemos hacer si sonreímos a la esperanza cada vez que nace
el día! / ¡Nada que perder, si el amor decide aparecer!
"Nothing to lose (vocal), de Henry Mancini, con ese sentimiento tan propio de los temas de Mancini, con el que solía impregnar sus bandas sonoras para algunos films de los 60, y con el comienzo melódico que abren las notas y compases de la cuerda, seguido por la flauta, podemos contemplar, milagrosamente, una "pintura" grata y rica en matices, cuya música nos hace disfrutar y volver a un pasado feliz. Los coros, aquella maravillosa armonía de voces que solía utilizar el maestro Mancini en sus conocidos temas, nos permiten también ver una sonrisa reconfortante y dulce, como las primeras notas de esos violines, y un mensaje de esperanza, como las voces de esos coros; es el mensaje que envuelve a una canción titulada "Nada que perder".
Los rayos de la esperanza son también los que refleja en su rostro
y desde la mirada, esta niña que parece abstraída en su mundo
de ilusiones e imaginado los personajes de su cuento.

Alguien me dijo una vez que, "aunque me deba a la verdad de la oscuridad, del fracaso y de la desolación, como punto final de un ensayo literario, de un relato o de un poema, son los rayos de la esperanza, los que deben concluir mi obra o mi pensamiento". Tal vez, ese "alguien" no fue más que el reflejo de mi imaginación o del personaje de mi cuento, aquel "campesino", lejano, que llegó y se fue a través del viento. Y es posible que todos tengamos también el reflejo de un "personaje" en la imaginación

Lo cierto es que siempre hubo un destello que quiso inspirarme en esa esperanza, aunque fueran "luces" muy lejanas; como las de una melancólica poetisa llamada Sophie, que no hace mucho hizo un largo viaje para no volver, con la tristeza de sus versos; o como la de una princesa de cuento, con "sus ojos amielados y la sonrisa de su corazón encantado".
  
Pero la ausencia de esos versos, que se llevó, quizá, la Dama del Sena, y la de una fascinante sonrisa que aparecía en un viejo relato que se desvaneció, fue lo que no me hizo olvidar que las historias solo pueden terminar con una esperanza.
  
Es una imagen que siempre dio mucho juego en mis
reflexiones. En esta ocasión, el niño, como en el
mensaje de la película, va a entregar algo a la
niña, puede que aunque sea un regalo, lleve una
invitación de confianza o de complicidad, con el
ánimo y esperanza de poder volverla a ver. Hasta
puede ser divertido el momento, y... sobre todo
... "no hay nada que perder"
"The Party" (El guateque), una película de Blake Ewards producida en 1968 y que protagoniza Peter Sellers, no es una simple comedia americana. El tema es, precisamente, el de una fiesta, pero salpicado de infinidad de gags y de situaciones casi absurdas. Yo encontré un mensaje, después de disfrutar de aquel desvarío de sucesos. Porque, pensando en los disparates de la fiesta, como esos que aparecen en nuestra vida, hice mi propia reflexión. Recordé las situaciones más frívolas y vulgares que se sucedieron en el film, como las que llenan nuestra rutina; pensé en los engaños y desencantos que pude ver en el trasfondo de algunos personajes, como los que nos devuelve la cruda realidad. Y al final, cuando acaba la fiesta, los dos personajes centrales se despiden, pero antes, uno de ellos entrega algo al otro, como para recuperarlo después, quizá con la finalidad de depositar en ello nuestra confianza y la esperanza de poder volver a ver a esa persona. Y es que sabemos que después que se acaba el día, al dejar una invitación de ánimo y de optimismo para la mañana siguiente... "no hay nada que perder", como dice el título de la canción. Esa misma esperanza es la que encontré también en los violines y en los coros del tema de Henry Mancini.
La dama anfitriona con el muslo de pollo en su cabeza y entre su
peinado, sin que nadie lo perciba (escena de "The Party"), es una
prueba de que, además de los disparates que acontecen en una
velada, fiesta o reunión, y de los que muchos de nosotros nos
mostramos ajenos a su extravagancia, también en la vida se
suceden multitud de desvaríos, rarezas y desatinos. Es algo
que forma parte de la rutina de la vida, de su frivolidad, y
que nos lleva al final a la recuperación de la justa realidad,
del arco iris de la esperanza y de la sonrisa de cada mañana.
  
Y después de escuchar esa canción, "Nothing to lose", la que nos cantaba Claudine Longet, a través del personaje de "Michelle" en el film, hice esta reflexión: "Todos podemos llevar un arco iris dentro de nosotros, que nos muestra los colores, la luz y la esperanza de un nuevo amanecer. No es la nube del engaño o la del sueño irrealizable, lo que brilla cuando abrimos nuestros ojos. Solo hace falta... no pedir demasiado, ni dormirse entre los sueños. Lo que sí podemos hacer es mirar al cielo y buscar el arco iris. Porque no hay nada que perder si elegimos los colores; el de la esperanza, el verde; y el de la sinceridad, la lealtad y la ilusión, que siempre me pareció que era el azul. Y... bueno, el arco iris, ya sabéis, debe estar entre nosotros, y los colores... los colores tendremos que buscarlos".
  
Aprovecho también, una vez más, para recordar aquello que dijo el poeta libanés Khajil Gibran: "Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes", porque... "en el corazón de todos los inviernos vive una primavera palpitante, y detrás de cada noche viene una aurora sonriente".
  
"Rusty Andecor"





martes, 9 de diciembre de 2014

"Main theme - Smile", de "Chaplin"

"... tus alas de plata de seda, envuelta en tu imagen
violeta, buscaron en mi, una sonrisa y el hechizo en
mis sueños de una eterna nostalgia.
"No temas volar sobre el viento,
ni dejes pintar sobre azul,
la esencia y sabor de tus sueños;
pues fuiste en el cielo una luz
con alas de hada en tu cuento"
   
"Quizá..., de tu hechizo quedaste prendada
y tus alas de plata y de seda
incitaron en mí... una sonrisa
y el rubor de una leve mirada"

"Rusty Andecor"


Porque... hay una musa en forma de hada, envuelta en violeta y está recostada, y es la que inspira una eterna sonrisa, la luz en mis sueños y el encanto de una bella nostalgia.

Y es la vieja magia de la sonrisa, la que contagia a quienes tenemos
de cerca, la que reparte el ensoñador y "millonario de ilusiones", y
que tenía reservada, con esta entrañable escena, para el final de
de un álbum que subtitularía "El destello", porque eso sería lo que
derramaría de una eterna sonrisa: "un destello de esperanza".
Es la magia del ensoñador, "millonario de ilusiones", que inicia el "Volumen 11", de "La música más hermosa del mundo", con una escena en la que describe su fascinación por la musa que le inspira, una chica ciega de la que se ha enamorado, y de la que, preocupado por su destino, no hace más que protegerla. Pero éste primer tema musical, "The millonaire", de "City Lights", no es el que he elegido para definir el carácter de mi música de hoy, y su música estará en otro momento. Lo cierto es que, para mi crónica literario-musical de este "volumen 11", he preferido ponerle el color de "una sonrisa"; una sonrisa que tenía reservada para el final de aquel álbum, pero desde su comienzo, y que describo ahora en una escena llena de música.
  
La envoltura nostálgica siempre inundaría "La música más hermosa
del mundo", pero en ocasiones he intentado que triunfara el "final
feliz del cuento" y la sonrisa.
Decía entonces, cuando escribía el prólogo de esa parte del álbum, que "quizá mi apego a la bohemia romántica que padece mi corazón ensoñador y mi abandono a la imaginación más extravagante, me ha llevado ahora a romper mi rutina pesimista, a pesar de la intensidad nostálgica de la música que inunda toda la obra. Y es lo que ha hecho que triunfara en un “final feliz” o, al menos, el que se deja entrever para el lector, que puede elegir entre ese desenlace o el mensaje que lleva a la reflexión final. Puede que, como en otras ocasiones que he sugerido, la trama y el desenlace está en la imaginación de cada uno, según el significado que le aporte los temas de las bandas sonoras, no solo por separado, sino en su conjunto".
   
Y es que, aunque la melancolía se adueñaba siempre del marco musical y de la "literatura" con la que describía mis libretos, necesitaba, casi siempre, una sonrisa para el final, aunque procediera del color de esa fantasía con la que solía envolver el contexto de mis álbumes. Una sonrisa que yo terminé llamando, en el subtítulo de esta parte del álbum, "El destello".
  
Chaplin dijo: "No te escondas detrás de tu sonrisa", aunque, como
en esta escena, también debió decir: "No escondas tu sonrisa detrás
de tus dudas o temores"
Escogí la película "Chaplin" para hacer este tributo musical al "volumen 11". un film dirigido por Richard Attenborough en 1992, interpretado por Robert Downey Jr., Anthony Hopkins, Geraldine Chaplin y un sinfín de grandes estrellas. La música para la banda sonora, la del maestro John Barry. Su producción fue un fracaso comercial y, aunque se consiguió su objetivo artístico y una impecable interpretación, de la biografía de Charles Chaplin todos hubiéramos esperado mucho más. No fue una mala película, pero parece como si el director estuviera tan enamorado del personaje real, no de Charlot sino de Chaplin, que no supo ser más objetivo con el verdadero mensaje que, de la agitada vida de Charlie, tenía que haber dado, el que queríamos haber disfrutado. Hay quien dice que si ves unos cuantos cortos de Chaplin te quedas con un perfil más elocuente y con un mensaje más aproximado de su vida y de su carrera en el cine.
   
La florista ha ofrecido a su admirador que le compre una violeta. Él
le entrega sus últimos centavos y se queda con la flor que la
chica le ha escogido. La violetera es ciega, pero él le regala
una sonrisa y ella la ve con los ojos de su corazón.
En "Smile", el primero tema que hemos elegido  (hacer clic)
(el número 10 del volumen), "algo parece escucharse a lo lejos, quizá demasiado lejos. Da la impresión de que es un vals, otro vals; pero éste... nos describe algo así como una sonrisa. Sí, es la sonrisa del viejo Charlot, que nos vuelve a recordar aquella misma sonrisa que él ve en una imagen aún muy distante. Nos preguntamos si es la sonrisa de "ella". Al menos, es la que ve desde los ojos de su fantasía".
   
En cuando al tema "Main theme" (el número 22), la escena musical nos describe el momento en que nos disponemos a escuchar la entrada impresionante de las notas bellísimas, pero también melancólica, que interpreta un piano, y las que acompaña, casi simultáneamente, la suavidad de toda una sección de cuerda, que convierte la obertura de Chaplin en una melodía intensa, emotiva y grandiosa. Y no podemos evitar, según escuchamos los campases del tema, cómo va quedando manifiesto y transparente el carácter de la obra de un genio de la música de cine, la de John Barry, recordándonos, cuando nos dejamos acariciar por su poesía sinfónica, todas las grandes bandas sonoras que compuso ("La calle del adiós", "Memorias de África", "Una proposición indecente", entre otras muchas). Es el momento de prepararnos, cuando está a punto de sonar los últimos compases del tema, para escuchar su maravilloso poema sinfónico, porque es el mejor tributo que podemos rendir a Barry.
   

El admirador regala a la chica ciega la violeta que le había comprado
antes. Y es la sonrisa que le ofrece, junto con la flor que le entrega,
la que devuelve a la florista la luz de sus ojos y le da la vida a su
triste y oscuro mundo.
Finalmente, en "Main theme - Smile" (nº 23 del volumen) (hacer clic), además de rendir culto a nuestro querido "maestro Barry", ¡qué mejor despedida que "la sonrisa" y qué mejor tributo para ella que su música!, esa que exalta aquí el tema de Chaplin y que arregló precisamente John Barry. Por mi parte, no dejo de reconocer que me encanta la solemnidad de este gran poema musical, una de las melodías más hermosas del cine y que ¡tan bien! sirvió para pintar lo más hermoso que puede enseñar el ser humano a su semejante: la sonrisa, porque es la única manifestación que tiene para transmitir su sentimiento, su disposición, sus deseos, su respuesta y su verdad, sin decir nada, solo a través de los ojos, desde su corazón y hasta aquel que sonríe. Nunca olvidaré la sonrisa inmensa de Charlot que dedica a su chica, la florista ciega, cuando le compra una violeta y después se la ofrece como su mejor regalo. Ella, a través de la oscuridad de sus ojos, fue capaz de ver su sonrisa, porque la luz de sus ojos, como un destello, le llegó desde su corazón.

El milagro de la sonrisa está en hacer que lo difícil, imposible o
aquello en lo que sueñas... se convierta en realidad.
Y no olvidemos que siempre hay poesía en una sonrisa, al menos en esa con la que unos ojos serenos, dulces o vehementes, pero sinceramente risueños, nos declaran su afecto y su mejor deseo. Recordemos que el mundo sin una sonrisa estaría muerto y que si ese mundo fuera una inmensa sonrisa, se acabaría la vejación humana, las miserias a causa de la codicia de los poderosos, el engaño y la ruindad de unos y otros, y esa oscuridad que se vislumbra en nuestro futuro se transformaría en una luz de esperanza. Y recordemos, finalmente, que, aunque la sonrisa no es un truco milagroso para resolver de pronto un gran problema o convertir en fortuna una desgracia, es el único recurso, en cambio, gratuito y sencillo, para hacer llevadera la adversidad y para "seducir al destino", haciendo así que lo difícil, imposible o soñado se convierta en realidad.

"Rusty Andecor"